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23 de abril de 2011

Tarot, ¿el libro de Toth?

Cierto, el título de esta entrada de la Tabla Esmeralda es capcioso porque el Tarot no es una especie de compendio del arcano y misterioso Libro de Toth
No vamos a entrar aquí en lo que sería ese enigmático volumen del cual se dice que fue escrito poco después del Diluvio universal por el escriba de los dioses, el dios de Hermópolis Toth, y que contenía secretos de poder incalculable permitiendo a su dueño dominar los elementos, astros, conocer el lenguaje de los animales o resucitar muertos entre otros prodigios. 
Multitud de charlatanes en todas las épocas clamaban poseerlo (y algunos de ellos ardieron por manifestar su tenencia) y a pesar de que existen alusiones a él en distintas fuentes a lo largo del tiempo, nunca ha aparecido ni una pequeña fracción de él.
Sentimos decepcionaros. 
De momento, el único Libro de Toth (1944) es el confeccionado por Aleister Crowley que resulta ser una introducción al manejo de su, por entonces, recién diseñado tarot, ilustrado por Lady Frieda Harris.

Harris & Crowley de paseo

La vinculación de la baraja del Tarot y el Antiguo Egipto provino en realidad de un pastor protestante francés, Antoine Court de Gébelin, que en su obra Le Monde primitif, analysé et comparé avec le monde moderne (1782) reconstruyó una hipotética historia de las cartas, sin suministrar ningún tipo de evidencia histórica, asignándoles una ascendencia mística: sacerdotes egipcios habrían destilado la insondable sabiduría del Libro de Toth en las 22 figuras de los Arcanos Mayores. De ahí a la difusión de tan exótica y apetitosa teoría entre los círculos esotéricos y más adelante entre el pueblo, sólo había un pequeño paso, dándolo sin hesitar Jean François Alliette Etteilla un año después. Pero ésto es adelantarnos a nuestros propósitos porque, ¿qué es el Tarot?, ¿de dónde procede en realidad?

Pues en la actualidad, el Tarot es un mazo de 78 cartas (puede variar el número) donde se diferencian los llamados TriunfosArcanos Mayores (22 figuras) y Arcanos Menores (56 naipes). Los Arcanos Menores son las cartas numerales divididas en los cuatro palos que conocemos (oros, copas, espadas y bastos) y sus respectivas cartas de la corte (sota, caballo, rey) ampliadas respecto a la baraja común española con la figura de la reina. Los Triunfos Mayores, ya no tan conocidos, representan escenas y figuras muy concretas de gran riqueza simbólica a las que se les ha otorgado incluso valores arquetípicos (Carl Gustav Jung).
Su uso más común es el de la adivinación, la denominada cartomancia, aunque este fin germinara de manera tardía, s. XVIII, si lo comparamos con otras mancias de más solera (astrología, oniromancia, lecanomancia...). Existen multitud de variedades en lo que se refiere a los diseños e ilustraciones del Tarot, pero todas tienen en común las características generales que hemos indicado. Esta homogeneidad contemporánea entre las distintas barajas no era así, lógicamente, en su nacimiento.

Ladies and gentlemen: tarot de Star Wars!!


No se conoce ni fecha exacta ni autor concreto para el origen del Tarot, aunque sí la época aproximada. Tanto las cartas numerales como los Triunfos, debieron aparecer a principios del s XV con el desarrollo de la xilografía, la producción de papel, el estampado, la técnica del huecograbado, etc.
Los países involucrados en este alumbramiento tan peculiar fueron Italia, España, Francia y Alemania, aunque en éste último es donde tenemos atestiguadas las primeras cartas numerales con sus respectivas insignias: bellota, cascabel, hoja y corazón. También por entonces Italia comenzó a fabricar barajas de cincuenta cartas o naibi con fines pedagógicos. Estos naibi tenían un precedente en las cartulinas o carticellas que en el s XIII algunos maestros de la península itálica utilizaban para instruir a los niños en las virtudes cristianas. Pronto este juego infantil de imágenes de espíritu didáctico trocó en una serie de figuras alegóricas para los adultos, perfectas para jugar solitarios o apostar. Así es como la unión entre las cartas numerales y los naibi formaron el juego del Tarot
Los nombres que reciben por entonces no son Arcanos, sino cartas lombardas para los Triunfos Mayores y cartas sarracenas para las numerales.
Las primeras barajas de Tarot atestiguadas emergen en el norte de Italia: Bolonia, Milán, Venecia, Ferrara. Los mazos más antiguos que se conservan son el llamado tarot Visconti-Sforza, producidos sobre 1451 por encargo del Duque de Milán Philippo Maria Visconti, y que usaban diariamente en su familia para jugar.

La Papisa del mazo Visconti-Sforza

Otro mazo de naipes una década posterior (1465) es el conocido como Tarot de Mantegna, que no es propiamente un tarot ni tampoco obra del artista renacentista Andrea Mantegna. Pero resulta altamente interesante ya que en esta baraja es elocuente el origen instructivo y educacional de los naipes. 
Nos encontramos con un mazo compuesto de 50 grabados que reproducen la noción medieval y aristotélica del Cosmos, a través de cinco grupos diferenciados que van progresando
I-     Condiciones humanas (el mendigo, el artesano, el mercader... hasta llegar al Papa), 
II-   Apolo y las musas (Calíope, Urania, Terpsícore... hasta llegar a Apolo)
III-  Las artes liberales (Gramática, Lógica, Retórica hasta llegar a la Teología)
IV- Los principios cósmicos y las virtudes cristianas (Astronomía, Cronología, pasando por la Templanza, la Fuerza, la Justicia hasta llegar a la Fe) 
V-   Los cuerpos celestes (la Luna, Mercurio, pasando por Saturno, la Octava Esfera hasta alcanzar Il Primo Mobile y la Prima Causa)

¿Alguien reconoce algo? ¿Quizás el Carro, el Loco...?

En el mismo siglo también aparecen dos variedades más de tarot: el tarocchino de Bolonia y el minchiate de Florencia. Los fabricantes de barajas compitieron entre sí y tuvieron como estandartes la pericia de artistas como Antonio Cicognara y Marzano da Torona, de estilo bizantino y preciosista, de clara orientación humanista como el resto de sus colegas del Trecento.
Se consideraba un símbolo de prestigio social el poseer un mazo de Tarot y los juegos de cartas se extienderon bastante a pesar de las prohibiciones y amonestaciones reales y eclesiásticas. En el s XVI empezaron a realizarse los primeros juegos de prestidigitación con ellas pero no es hasta mediados del s XVIII que su uso como arte adivinatoria comienza.

Es Etteilla (1738-1791) el que asentó las bases de la cartomancia y su vertiente mercantil. Codificó la metodología de las tiradas, escribió varios libros, se autoproclamó el maestro de todos los cartomantes, fundó una Escuela de Magia donde impartía cursos públicos gratuitos tres veces por semana y daba clases particulares a domicilio también. Fue además pionero en las tiradas a distancia: realizaba lecturas por correspondencia.
Él fue el responsable de difundir la extravagante trola del origen egipcio del Tarot en su libro Manière de se recréer avec le jeu de cartes nommées tarots (1783) donde afirmaba sin pudor 40 años antes de que Champollion gritara je tiens l'affaire!
"...aquí entrego la clave de los setenta y ocho jeroglíficos que hay en el Libro de Toth, obra compuesta en el año 1828 de la Creación, 171 después del Diluvio".
No hay duda de que hizo de su actividad una profesión y añadiremos muy lucrativa, que se mantiene hasta nuestros días; sus tarifas además eran públicas, oscilaban según el trabajo de 3 a 50 libras.

A partir del peluquero Etteilla (aunque no es cierto que fuera peluquero en realidad) todo cambió para esa baraja de cartas de ánimo renacentista
Marie Anne Lenormand, Éliphas Lévi, Jean Alexandre Vaillant o Papus, ya en el s XIX, continuaron las huellas de Jean François Alliette, criticando, reformando y aumentando su legado. Éliphas Lévi relacionó tarot con Cábala (quizás inspirado por el erudito francés Guillaume Postel) repartiendo a cada Arcano Mayor una letra del alefato y atribuyéndole como ascendencia un desaparecido texto sagrado del patriarca Enoch. Vaillant les otorgó una procedencia más curiosa todavía: la Biblia Bohemia (s XV-XVI), que argumentaba era anterior incluso al Antiguo Testamento.
Se podría hacer más larga la lista sobre peregrinas hipótesis sobre el origen del Tarot (gitanos-India, gitanos-Egipto...), pero sería perder el tiempo. El Tarot es europeo, no oriental, y posterior al cristianismo.
Los mismos naipes, con sus imágenes y simbología, lo expresan manifiestamente. 
Un ejemplo meridiano es la carta de la Sacerdotisa o Papisa: se trata de una referencia directa a la Papisa Juana del s IX, que se dice dirigió la Iglesia bajo el nombre de Juan VIII. Su insólita leyenda no se aprovechó realmente hasta el s XIII, y la confirmación la tenemos en que no es representada en las cartas con el bonete frigio que le correspondería por época, sino con la tiara trirreina que se instauró precisamente en el s XIII. 
Y muy importante: un cabalista nunca hubiera imaginado una Papisa, ni hubiera admitido una mujer desnuda dentro de una almendra mística como representación de la carta de El Mundo.

El germen del Tarot está íntimamente relacionado con el de las cartas numerales, y aunque podrían buscarse reminiscencias menos incoherentes como una procedencia china, no hay de momento ningún vestigio o testimonio que así lo pueda atestiguar y ratificar. El que el Tarot posea una raíz más cercana en el tiempo de lo que a muchos les gustaría por cuestiones de reputación, no le quita atractivo a su historia verdadera. Las cartas son un testimonio cristalizado, diáfano y vivo de la Baja Edad Media y Renacimiento europeos, un valor que no se lo puede arrebatar históricamente nadie.

el pobre de Champollion currándoselo fino y otros subiéndose a la parra

Y como la cabra tira al monte, no he podido evitar la tentación de imaginarme (aunque comercialmente ya existan) unos Triunfos Mayores dedicados al mundo del cómic, en especial al universo de Marvel. He aquí mi lista, no especialmente meditada pero sí ideada con cariño:

El Loco: Spiderman



El Mago: Mister Siniestro

La Sacerdotisa: Dragón Lunar

La Emperatriz: Natasha Romanov (La Viuda Negra)

El Emperador: King Pin

El Sumo Sacerdote: Reed Richards

Los Enamorados: La Visión-Hombre Maravilla-Bruja Escarlata



El Carro: Capitán América

La Fuerza: Hulka

El Ermitaño: Doctor Extraño

La rueda de la fortuna: Irene Adler (Destino)

La Justicia: Master Order

El Colgado: Silver Surfer

La Muerte: Elektra Natchios



La Templanza: Profesor Charles Xavier

El Diablo: Madelyne Pryor

La Torre: Galactus

La Estrella: Long-shot

La Luna: Mística

El Sol: Fénix

El Juicio: Los Celestiales

El Mundo: Capitán Mar-Vell





Por supuesto, las elecciones son discutibles y seguro las hay mejores, así que os invito a que vosotros mismos confeccionéis la vuestra y si sois lo suficientemente osados, la publiquéis en los comentarios.

1 de abril de 2011

Mecha: épica tecnológica desde Japón






El mecha es uno de los subgéneros dentro del manga y anime más añejos, donde objetos mecánicos, generalmente robots gigantes, poseen cierta relevancia argumental y protagonismo en un contexto próximo al de la Ciencia Ficción. Estos artefactos mecánicos suelen estar dirigidos por humanos y poseen sofisticados recursos armamentísticos.
Pero el término en sí, mecha, es un apócope de la palabra inglesa mechanical y no procede de Japón. Se impuso desde Occidente y es aceptada de manera general para designar este tipo de publicación y animación.

Aunque es en la literatura europea donde realmente encontramos los primeros antecedentes que nos orientan a esta singular idea de un objeto mecánico gigante gobernado por una inteligencia humana. Julio Verne, en su obra La Casa de Vapor (1880), hace aparecer un enorme elefante mecánico que recorre el norte de la India conducido desde el interior por su creador, un ingeniero. Otro precedente son las máquinas de guerra o trípodes de la Guerra de los Mundos de H. G. Wells, controlados por marcianos.

Ya en Japón es Osamu Tezuka, el Dios indiscutible del manga, el que en 1951 crea a Tetsuwan Atomu, más conocido como Astroboy. El impacto de Astroboy fue colosal desde el principio, el nuevo Frankenstein de la Era Atómica, una auténtica revelación que inspiraría a multitud de autores de manga y anime... y no sólo mecha.  


Inciso: estamos hablando de una máquina (en este caso antropomorfa) creada por el hombre pero consciente, autosuficiente y superior en muchos aspectos a la raza humana. Astroboy es relativamente dócil... pero, ¿y si hubiera dejado de serlo?  Samuel Butler y su Erewhon (1872) resultan ser asombrosamente proféticos en este aspecto. Tezuka podría haber destapado algo mucho más grande, aunque no se atrevió a explorarlo del todo, prefiriendo permanecer en la cómoda y segura zona del control y/o sumisión de la máquina al hombre, como hizo una mayoría de autores mecha después de él. Más adelante, en otras disciplinas encontraríamos: 2001: A Space Odyssey (1968), ¿Sueñan los Androides con Ovejas Eléctricas? (1968), la serie Battlestar Galactica (1978/2003), la película Matrix (1999), el libro La Jihad Butleriana (2002) entre muchas otras muestras de lo que Isaac Asimov denominó Complejo de Frankenstein. En el mecha todavía tendríamos que esperar unos añitos más. De todas formas, recomendamos también acercarse a una visión menos pavorosa como la del ingeniero de robótica  Mashahiro Mori en El Valle inquietante (1970) o The Buddha in the Robot (1974).

Astroboy tuvo su correspondiente anime, que fue el primer anime de la historia, en 1963 y, para estrenar también lo que iba a convertirse en una estúpida tónica a lo largo de los años, en Estados Unidos algunos capítulos fueron censurados por considerarse poco apropiados para las tiernas mentes infantiles. Este tipo de chorradas, bastante molestas, se seguirán dando en el futuro incluso todavía hoy. 


鉄腕アトム, Astroboy 
la influencia de Disney es patente


Osamu Tezuka nos introducía en la historia del intento de reconstrucción de un ser humano fallecido a través de la industria, la ingeniería: un super-robot con forma de niño, AstroBoy, dotado de personalidad, sentimientos e inteligencia, como también de rayos X en los ojos, cohetes en sus extremidades y más habilidades mecánicas. Como sucede con el género mecha en la actualidad, estas historias iban dirigidas al público juvenil masculino, lo que en el argot del manga y anime es denominado shōnen

Pero, ¿cuándo realmente se considera inaugurado el subgénero mecha
En 1956, con la aparición de Yetsujin Nijuhachi-goIron Man 28, manga del autor Mitsuteru Yokoyama.
Todavía con el recuerdo de la II Guerra Mundial bastante fresco, el argumento nos sumergía en la última creación del doctor Kaneda: un robot con grandes habilidades para defender al Imperio Japonés en la contienda. Pero este super-arma robótica llega tarde, la terrible pugna ha acabado, y tras fallecer a causa de un infarto, Kaneda lega a su hijo de 10 años, Shotaro, el artefacto mecánico. A partir de entonces el muchachito manejará con un control remoto el super-arma para luchar contra el crimen y otros robots gigantes que irán apareciendo.

Y es ya en 1972 cuando el autor Go-Nagai asienta y moderniza el género con las pautas que más adelante otros autores irán desarrollando. No sólo a través de su creación más célebre, Majinga Zetto, Mazinger Z, sino con otras obras y/o secuelas como Getter RoboUFO Robo Grendizer
Una de las novedades fue que el robot gigante se manejaba desde el interior, encontrándonos con una verdadera unión entre humano y máquina, una auténtica prolongación física del cuerpo del piloto.

La conmoción que supuso en la sociedad española este anime fue tan grande que publicaciones de la época no pudieron evitar caer en la tentación de escribir sobre el acontecimiento. Así sucedió con la revista Triunfo, que en su número 800 publicó una segunda lectura de la serie bastante curiosa: el periodista Fernando González hacía una interpretación de la serie en clave política, en la que el capitalismo y la sociedad de consumo se erigían como los verdaderos símbolos ocultos; y cómo la ideología subliminal fascista e imperialista puede influenciar negativamente en la mente de los niños, donde se demonizaba el comunismo y se encontraban también conexiones con el nazismo. Una especie de lavado cerebral infantil.


Figura de Mazinger Z en un parque infantil de Pla de Santa María, Tarragona


El mecha, evidentemente, no nace ni muere con Mazinger Z.
No hay que negar su importancia en el género, pero el mecha siguió evolucionando e influyó en otros ámbitos distintos al manga o anime

Ejemplos meridianos de este influjo fuera del mundo japonés son los Transformers, originalmente una línea de juguetes de creación estadounidense de 1983, pero que luego por su éxito, migraron al mundo del cómic, la animación (de manos de Marvel) y al cine. Transformers se diferencia del mecha de manera significativa en que son máquinas vivas e independientes, no pilotadas o gobernadas por seres humanos, poseyendo este hecho unas implicaciones mucho más graves... aunque de facto no hayan aprovechado ese filón demasiado. 
Después aparecieron Voltron (1984, con parte de presupuesto nipón) o Robotech (1985), un remix americano de series japonesas, que también engendraron una cantidad de franquicias y parafernalia importantes. Por no hablar de los Power Rangers (1993) aunque en este caso concreto es más  justo encuadrarlos en un género más amplio, Tokusatsu, que más adelante en otra Tabla Esmeralda, trataremos... because We Love Godzilla!


el walker tiene sed


Y regresando de nuevo a Japón, es vital nombrar Space Battleship Yamato, mecha de tipo espacial (1973), Brave Raideen (1975), el clásico Gundam (1979), el imprescindible Seisenshi DambainAura Battler Dunbine (1983) de tipo Espada y Brujería, The Vision of Escaflowne (1996), la divertidísima Full Metal Panic! (1999) o la más reciente Tengen Toppa Gurren Lagann (2007), entre otros, como ejemplos espléndidos del subgénero. 

El mecha ha seguido recreándose sin cesar y actualmente, salvo por el uso de robots gigantes o máquinas, la mayoría de argumentos y tipo de personajes poco tienen ya que ver con los guiones candorosos y ligeramente bobalicones de los 70 (se hacía especial énfasis en los combates) y sus protagonistas planos y estereotipados. 
Ahora encontramos que hay mecha para todos los rangos de edad y ya no son tan exclusivos del público masculino. El Super Robot clásico original, que goza de buena salud, ha ido abriendo puertas a otro tipo de máquinas más acordes a los nuevos tiempos, así como también se están realizando interesantes remakes de clásicos del mecha.


Shinji Ikari echándole narices al tema


Y para ir finalizando, qué mejor broche que el del considerado el mejor mecha de la historia... de momento.
Neon Genesis Evangelion (1994) de Yoshiyuki Sadamoto y Hideaki Anno, es el paradigma de mecha contemporáneo donde la complejidad de guión y las características enfermizas de la psicología de los personajes, se unen ya no a unas meras máquinas controladas por humanos, sino a una especie de cyborgs con peculiaridades ¿orgánicas?... y no podemos contar más porque no beneficiaría a los que decidan zambullirse en su paranoica historia. 
El manga de Evangelion todavía no ha finalizado y en estos últimos años está siendo producido un hilo de películas que regeneran los contenidos de la serie inicial.


Ubicada en un ya no tan lejano 2015, la tierra ha sido atacada por unas criaturas misteriosas denominadas ángeles, acabando con la mitad de la población del planeta. Estos seres que poseen un 99,9% de material genético humano, son descritos como partícula y onda a la vez. La ONU, para defenderse de nuevos ataques de estas criaturas, ordena construir a una empresa japonesa unos gigantes biomecánicos, que sólo pueden ser manejados por adolescentes. 
Heidegger,  conspiracionismo, Cábala y Philip K. Dick son, entre otras muchísimas, las reminiscencias que pueden encontrarse en esta obra, una innegable revolución ya no sólo en el mecha, sino en todo el universo del manga y anime.



Tarot, ¿el libro de Toth?

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Cierto, el título de esta entrada de la Tabla Esmeralda es capcioso porque el Tarot no es una especie de compendio del arcano y misterioso Libro de Toth
No vamos a entrar aquí en lo que sería ese enigmático volumen del cual se dice que fue escrito poco después del Diluvio universal por el escriba de los dioses, el dios de Hermópolis Toth, y que contenía secretos de poder incalculable permitiendo a su dueño dominar los elementos, astros, conocer el lenguaje de los animales o resucitar muertos entre otros prodigios. 
Multitud de charlatanes en todas las épocas clamaban poseerlo (y algunos de ellos ardieron por manifestar su tenencia) y a pesar de que existen alusiones a él en distintas fuentes a lo largo del tiempo, nunca ha aparecido ni una pequeña fracción de él.
Sentimos decepcionaros. 
De momento, el único Libro de Toth (1944) es el confeccionado por Aleister Crowley que resulta ser una introducción al manejo de su, por entonces, recién diseñado tarot, ilustrado por Lady Frieda Harris.

Harris & Crowley de paseo

La vinculación de la baraja del Tarot y el Antiguo Egipto provino en realidad de un pastor protestante francés, Antoine Court de Gébelin, que en su obra Le Monde primitif, analysé et comparé avec le monde moderne (1782) reconstruyó una hipotética historia de las cartas, sin suministrar ningún tipo de evidencia histórica, asignándoles una ascendencia mística: sacerdotes egipcios habrían destilado la insondable sabiduría del Libro de Toth en las 22 figuras de los Arcanos Mayores. De ahí a la difusión de tan exótica y apetitosa teoría entre los círculos esotéricos y más adelante entre el pueblo, sólo había un pequeño paso, dándolo sin hesitar Jean François Alliette Etteilla un año después. Pero ésto es adelantarnos a nuestros propósitos porque, ¿qué es el Tarot?, ¿de dónde procede en realidad?

Pues en la actualidad, el Tarot es un mazo de 78 cartas (puede variar el número) donde se diferencian los llamados TriunfosArcanos Mayores (22 figuras) y Arcanos Menores (56 naipes). Los Arcanos Menores son las cartas numerales divididas en los cuatro palos que conocemos (oros, copas, espadas y bastos) y sus respectivas cartas de la corte (sota, caballo, rey) ampliadas respecto a la baraja común española con la figura de la reina. Los Triunfos Mayores, ya no tan conocidos, representan escenas y figuras muy concretas de gran riqueza simbólica a las que se les ha otorgado incluso valores arquetípicos (Carl Gustav Jung).
Su uso más común es el de la adivinación, la denominada cartomancia, aunque este fin germinara de manera tardía, s. XVIII, si lo comparamos con otras mancias de más solera (astrología, oniromancia, lecanomancia...). Existen multitud de variedades en lo que se refiere a los diseños e ilustraciones del Tarot, pero todas tienen en común las características generales que hemos indicado. Esta homogeneidad contemporánea entre las distintas barajas no era así, lógicamente, en su nacimiento.

Ladies and gentlemen: tarot de Star Wars!!


No se conoce ni fecha exacta ni autor concreto para el origen del Tarot, aunque sí la época aproximada. Tanto las cartas numerales como los Triunfos, debieron aparecer a principios del s XV con el desarrollo de la xilografía, la producción de papel, el estampado, la técnica del huecograbado, etc.
Los países involucrados en este alumbramiento tan peculiar fueron Italia, España, Francia y Alemania, aunque en éste último es donde tenemos atestiguadas las primeras cartas numerales con sus respectivas insignias: bellota, cascabel, hoja y corazón. También por entonces Italia comenzó a fabricar barajas de cincuenta cartas o naibi con fines pedagógicos. Estos naibi tenían un precedente en las cartulinas o carticellas que en el s XIII algunos maestros de la península itálica utilizaban para instruir a los niños en las virtudes cristianas. Pronto este juego infantil de imágenes de espíritu didáctico trocó en una serie de figuras alegóricas para los adultos, perfectas para jugar solitarios o apostar. Así es como la unión entre las cartas numerales y los naibi formaron el juego del Tarot
Los nombres que reciben por entonces no son Arcanos, sino cartas lombardas para los Triunfos Mayores y cartas sarracenas para las numerales.
Las primeras barajas de Tarot atestiguadas emergen en el norte de Italia: Bolonia, Milán, Venecia, Ferrara. Los mazos más antiguos que se conservan son el llamado tarot Visconti-Sforza, producidos sobre 1451 por encargo del Duque de Milán Philippo Maria Visconti, y que usaban diariamente en su familia para jugar.

La Papisa del mazo Visconti-Sforza

Otro mazo de naipes una década posterior (1465) es el conocido como Tarot de Mantegna, que no es propiamente un tarot ni tampoco obra del artista renacentista Andrea Mantegna. Pero resulta altamente interesante ya que en esta baraja es elocuente el origen instructivo y educacional de los naipes. 
Nos encontramos con un mazo compuesto de 50 grabados que reproducen la noción medieval y aristotélica del Cosmos, a través de cinco grupos diferenciados que van progresando
I-     Condiciones humanas (el mendigo, el artesano, el mercader... hasta llegar al Papa), 
II-   Apolo y las musas (Calíope, Urania, Terpsícore... hasta llegar a Apolo)
III-  Las artes liberales (Gramática, Lógica, Retórica hasta llegar a la Teología)
IV- Los principios cósmicos y las virtudes cristianas (Astronomía, Cronología, pasando por la Templanza, la Fuerza, la Justicia hasta llegar a la Fe) 
V-   Los cuerpos celestes (la Luna, Mercurio, pasando por Saturno, la Octava Esfera hasta alcanzar Il Primo Mobile y la Prima Causa)

¿Alguien reconoce algo? ¿Quizás el Carro, el Loco...?

En el mismo siglo también aparecen dos variedades más de tarot: el tarocchino de Bolonia y el minchiate de Florencia. Los fabricantes de barajas compitieron entre sí y tuvieron como estandartes la pericia de artistas como Antonio Cicognara y Marzano da Torona, de estilo bizantino y preciosista, de clara orientación humanista como el resto de sus colegas del Trecento.
Se consideraba un símbolo de prestigio social el poseer un mazo de Tarot y los juegos de cartas se extienderon bastante a pesar de las prohibiciones y amonestaciones reales y eclesiásticas. En el s XVI empezaron a realizarse los primeros juegos de prestidigitación con ellas pero no es hasta mediados del s XVIII que su uso como arte adivinatoria comienza.

Es Etteilla (1738-1791) el que asentó las bases de la cartomancia y su vertiente mercantil. Codificó la metodología de las tiradas, escribió varios libros, se autoproclamó el maestro de todos los cartomantes, fundó una Escuela de Magia donde impartía cursos públicos gratuitos tres veces por semana y daba clases particulares a domicilio también. Fue además pionero en las tiradas a distancia: realizaba lecturas por correspondencia.
Él fue el responsable de difundir la extravagante trola del origen egipcio del Tarot en su libro Manière de se recréer avec le jeu de cartes nommées tarots (1783) donde afirmaba sin pudor 40 años antes de que Champollion gritara je tiens l'affaire!
"...aquí entrego la clave de los setenta y ocho jeroglíficos que hay en el Libro de Toth, obra compuesta en el año 1828 de la Creación, 171 después del Diluvio".
No hay duda de que hizo de su actividad una profesión y añadiremos muy lucrativa, que se mantiene hasta nuestros días; sus tarifas además eran públicas, oscilaban según el trabajo de 3 a 50 libras.

A partir del peluquero Etteilla (aunque no es cierto que fuera peluquero en realidad) todo cambió para esa baraja de cartas de ánimo renacentista
Marie Anne Lenormand, Éliphas Lévi, Jean Alexandre Vaillant o Papus, ya en el s XIX, continuaron las huellas de Jean François Alliette, criticando, reformando y aumentando su legado. Éliphas Lévi relacionó tarot con Cábala (quizás inspirado por el erudito francés Guillaume Postel) repartiendo a cada Arcano Mayor una letra del alefato y atribuyéndole como ascendencia un desaparecido texto sagrado del patriarca Enoch. Vaillant les otorgó una procedencia más curiosa todavía: la Biblia Bohemia (s XV-XVI), que argumentaba era anterior incluso al Antiguo Testamento.
Se podría hacer más larga la lista sobre peregrinas hipótesis sobre el origen del Tarot (gitanos-India, gitanos-Egipto...), pero sería perder el tiempo. El Tarot es europeo, no oriental, y posterior al cristianismo.
Los mismos naipes, con sus imágenes y simbología, lo expresan manifiestamente. 
Un ejemplo meridiano es la carta de la Sacerdotisa o Papisa: se trata de una referencia directa a la Papisa Juana del s IX, que se dice dirigió la Iglesia bajo el nombre de Juan VIII. Su insólita leyenda no se aprovechó realmente hasta el s XIII, y la confirmación la tenemos en que no es representada en las cartas con el bonete frigio que le correspondería por época, sino con la tiara trirreina que se instauró precisamente en el s XIII. 
Y muy importante: un cabalista nunca hubiera imaginado una Papisa, ni hubiera admitido una mujer desnuda dentro de una almendra mística como representación de la carta de El Mundo.

El germen del Tarot está íntimamente relacionado con el de las cartas numerales, y aunque podrían buscarse reminiscencias menos incoherentes como una procedencia china, no hay de momento ningún vestigio o testimonio que así lo pueda atestiguar y ratificar. El que el Tarot posea una raíz más cercana en el tiempo de lo que a muchos les gustaría por cuestiones de reputación, no le quita atractivo a su historia verdadera. Las cartas son un testimonio cristalizado, diáfano y vivo de la Baja Edad Media y Renacimiento europeos, un valor que no se lo puede arrebatar históricamente nadie.

el pobre de Champollion currándoselo fino y otros subiéndose a la parra

Y como la cabra tira al monte, no he podido evitar la tentación de imaginarme (aunque comercialmente ya existan) unos Triunfos Mayores dedicados al mundo del cómic, en especial al universo de Marvel. He aquí mi lista, no especialmente meditada pero sí ideada con cariño:

El Loco: Spiderman



El Mago: Mister Siniestro

La Sacerdotisa: Dragón Lunar

La Emperatriz: Natasha Romanov (La Viuda Negra)

El Emperador: King Pin

El Sumo Sacerdote: Reed Richards

Los Enamorados: La Visión-Hombre Maravilla-Bruja Escarlata



El Carro: Capitán América

La Fuerza: Hulka

El Ermitaño: Doctor Extraño

La rueda de la fortuna: Irene Adler (Destino)

La Justicia: Master Order

El Colgado: Silver Surfer

La Muerte: Elektra Natchios



La Templanza: Profesor Charles Xavier

El Diablo: Madelyne Pryor

La Torre: Galactus

La Estrella: Long-shot

La Luna: Mística

El Sol: Fénix

El Juicio: Los Celestiales

El Mundo: Capitán Mar-Vell





Por supuesto, las elecciones son discutibles y seguro las hay mejores, así que os invito a que vosotros mismos confeccionéis la vuestra y si sois lo suficientemente osados, la publiquéis en los comentarios.

I Semana Solidaria del Misterio

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Mecha: épica tecnológica desde Japón

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El mecha es uno de los subgéneros dentro del manga y anime más añejos, donde objetos mecánicos, generalmente robots gigantes, poseen cierta relevancia argumental y protagonismo en un contexto próximo al de la Ciencia Ficción. Estos artefactos mecánicos suelen estar dirigidos por humanos y poseen sofisticados recursos armamentísticos.
Pero el término en sí, mecha, es un apócope de la palabra inglesa mechanical y no procede de Japón. Se impuso desde Occidente y es aceptada de manera general para designar este tipo de publicación y animación.

Aunque es en la literatura europea donde realmente encontramos los primeros antecedentes que nos orientan a esta singular idea de un objeto mecánico gigante gobernado por una inteligencia humana. Julio Verne, en su obra La Casa de Vapor (1880), hace aparecer un enorme elefante mecánico que recorre el norte de la India conducido desde el interior por su creador, un ingeniero. Otro precedente son las máquinas de guerra o trípodes de la Guerra de los Mundos de H. G. Wells, controlados por marcianos.

Ya en Japón es Osamu Tezuka, el Dios indiscutible del manga, el que en 1951 crea a Tetsuwan Atomu, más conocido como Astroboy. El impacto de Astroboy fue colosal desde el principio, el nuevo Frankenstein de la Era Atómica, una auténtica revelación que inspiraría a multitud de autores de manga y anime... y no sólo mecha.  


Inciso: estamos hablando de una máquina (en este caso antropomorfa) creada por el hombre pero consciente, autosuficiente y superior en muchos aspectos a la raza humana. Astroboy es relativamente dócil... pero, ¿y si hubiera dejado de serlo?  Samuel Butler y su Erewhon (1872) resultan ser asombrosamente proféticos en este aspecto. Tezuka podría haber destapado algo mucho más grande, aunque no se atrevió a explorarlo del todo, prefiriendo permanecer en la cómoda y segura zona del control y/o sumisión de la máquina al hombre, como hizo una mayoría de autores mecha después de él. Más adelante, en otras disciplinas encontraríamos: 2001: A Space Odyssey (1968), ¿Sueñan los Androides con Ovejas Eléctricas? (1968), la serie Battlestar Galactica (1978/2003), la película Matrix (1999), el libro La Jihad Butleriana (2002) entre muchas otras muestras de lo que Isaac Asimov denominó Complejo de Frankenstein. En el mecha todavía tendríamos que esperar unos añitos más. De todas formas, recomendamos también acercarse a una visión menos pavorosa como la del ingeniero de robótica  Mashahiro Mori en El Valle inquietante (1970) o The Buddha in the Robot (1974).

Astroboy tuvo su correspondiente anime, que fue el primer anime de la historia, en 1963 y, para estrenar también lo que iba a convertirse en una estúpida tónica a lo largo de los años, en Estados Unidos algunos capítulos fueron censurados por considerarse poco apropiados para las tiernas mentes infantiles. Este tipo de chorradas, bastante molestas, se seguirán dando en el futuro incluso todavía hoy. 


鉄腕アトム, Astroboy 
la influencia de Disney es patente


Osamu Tezuka nos introducía en la historia del intento de reconstrucción de un ser humano fallecido a través de la industria, la ingeniería: un super-robot con forma de niño, AstroBoy, dotado de personalidad, sentimientos e inteligencia, como también de rayos X en los ojos, cohetes en sus extremidades y más habilidades mecánicas. Como sucede con el género mecha en la actualidad, estas historias iban dirigidas al público juvenil masculino, lo que en el argot del manga y anime es denominado shōnen

Pero, ¿cuándo realmente se considera inaugurado el subgénero mecha
En 1956, con la aparición de Yetsujin Nijuhachi-goIron Man 28, manga del autor Mitsuteru Yokoyama.
Todavía con el recuerdo de la II Guerra Mundial bastante fresco, el argumento nos sumergía en la última creación del doctor Kaneda: un robot con grandes habilidades para defender al Imperio Japonés en la contienda. Pero este super-arma robótica llega tarde, la terrible pugna ha acabado, y tras fallecer a causa de un infarto, Kaneda lega a su hijo de 10 años, Shotaro, el artefacto mecánico. A partir de entonces el muchachito manejará con un control remoto el super-arma para luchar contra el crimen y otros robots gigantes que irán apareciendo.

Y es ya en 1972 cuando el autor Go-Nagai asienta y moderniza el género con las pautas que más adelante otros autores irán desarrollando. No sólo a través de su creación más célebre, Majinga Zetto, Mazinger Z, sino con otras obras y/o secuelas como Getter RoboUFO Robo Grendizer
Una de las novedades fue que el robot gigante se manejaba desde el interior, encontrándonos con una verdadera unión entre humano y máquina, una auténtica prolongación física del cuerpo del piloto.

La conmoción que supuso en la sociedad española este anime fue tan grande que publicaciones de la época no pudieron evitar caer en la tentación de escribir sobre el acontecimiento. Así sucedió con la revista Triunfo, que en su número 800 publicó una segunda lectura de la serie bastante curiosa: el periodista Fernando González hacía una interpretación de la serie en clave política, en la que el capitalismo y la sociedad de consumo se erigían como los verdaderos símbolos ocultos; y cómo la ideología subliminal fascista e imperialista puede influenciar negativamente en la mente de los niños, donde se demonizaba el comunismo y se encontraban también conexiones con el nazismo. Una especie de lavado cerebral infantil.


Figura de Mazinger Z en un parque infantil de Pla de Santa María, Tarragona


El mecha, evidentemente, no nace ni muere con Mazinger Z.
No hay que negar su importancia en el género, pero el mecha siguió evolucionando e influyó en otros ámbitos distintos al manga o anime

Ejemplos meridianos de este influjo fuera del mundo japonés son los Transformers, originalmente una línea de juguetes de creación estadounidense de 1983, pero que luego por su éxito, migraron al mundo del cómic, la animación (de manos de Marvel) y al cine. Transformers se diferencia del mecha de manera significativa en que son máquinas vivas e independientes, no pilotadas o gobernadas por seres humanos, poseyendo este hecho unas implicaciones mucho más graves... aunque de facto no hayan aprovechado ese filón demasiado. 
Después aparecieron Voltron (1984, con parte de presupuesto nipón) o Robotech (1985), un remix americano de series japonesas, que también engendraron una cantidad de franquicias y parafernalia importantes. Por no hablar de los Power Rangers (1993) aunque en este caso concreto es más  justo encuadrarlos en un género más amplio, Tokusatsu, que más adelante en otra Tabla Esmeralda, trataremos... because We Love Godzilla!


el walker tiene sed


Y regresando de nuevo a Japón, es vital nombrar Space Battleship Yamato, mecha de tipo espacial (1973), Brave Raideen (1975), el clásico Gundam (1979), el imprescindible Seisenshi DambainAura Battler Dunbine (1983) de tipo Espada y Brujería, The Vision of Escaflowne (1996), la divertidísima Full Metal Panic! (1999) o la más reciente Tengen Toppa Gurren Lagann (2007), entre otros, como ejemplos espléndidos del subgénero. 

El mecha ha seguido recreándose sin cesar y actualmente, salvo por el uso de robots gigantes o máquinas, la mayoría de argumentos y tipo de personajes poco tienen ya que ver con los guiones candorosos y ligeramente bobalicones de los 70 (se hacía especial énfasis en los combates) y sus protagonistas planos y estereotipados. 
Ahora encontramos que hay mecha para todos los rangos de edad y ya no son tan exclusivos del público masculino. El Super Robot clásico original, que goza de buena salud, ha ido abriendo puertas a otro tipo de máquinas más acordes a los nuevos tiempos, así como también se están realizando interesantes remakes de clásicos del mecha.


Shinji Ikari echándole narices al tema


Y para ir finalizando, qué mejor broche que el del considerado el mejor mecha de la historia... de momento.
Neon Genesis Evangelion (1994) de Yoshiyuki Sadamoto y Hideaki Anno, es el paradigma de mecha contemporáneo donde la complejidad de guión y las características enfermizas de la psicología de los personajes, se unen ya no a unas meras máquinas controladas por humanos, sino a una especie de cyborgs con peculiaridades ¿orgánicas?... y no podemos contar más porque no beneficiaría a los que decidan zambullirse en su paranoica historia. 
El manga de Evangelion todavía no ha finalizado y en estos últimos años está siendo producido un hilo de películas que regeneran los contenidos de la serie inicial.


Ubicada en un ya no tan lejano 2015, la tierra ha sido atacada por unas criaturas misteriosas denominadas ángeles, acabando con la mitad de la población del planeta. Estos seres que poseen un 99,9% de material genético humano, son descritos como partícula y onda a la vez. La ONU, para defenderse de nuevos ataques de estas criaturas, ordena construir a una empresa japonesa unos gigantes biomecánicos, que sólo pueden ser manejados por adolescentes. 
Heidegger,  conspiracionismo, Cábala y Philip K. Dick son, entre otras muchísimas, las reminiscencias que pueden encontrarse en esta obra, una innegable revolución ya no sólo en el mecha, sino en todo el universo del manga y anime.